Hola Barcelona

14 febrero 2008

A conciencia

Hoy descubrí cruzando una peatona
( acá en Francia todos los sustantivos se feminizan
peatón-peatona)
Yo bajaba la ladera desde mi residencia
el Centro Jean Bosco de Lyon,
camino al Vieux Lyon,
Ella la subía
y en su rostro se leía la pesada carga de la cotidianeidad
( más allá del esfuerzo de subir una pendiente a cuarenta y cinco grados).
En mí en cambio la libertad que dá
todo lo que se comienza por primera vez.

10 febrero 2008

Soplo poético

El roce
Verlo pasar
Saber que es así
Entre dos aires
Entre mi vida
Y otra posible,
Que se agita
Como una verdad
Impredecible.

24 junio 2007

La sucesión del tiempo nos desgasta.
Todas nuestras opciones nos llevan
a un único espacio posible.
Y construyo un mundo de ecos
que me remiten a ese único espacio,
el del recuerdo del odio.

02 abril 2007

Preguntas II

¿Qué se hace para provocar rupturas,
lograr grandes cambios,
abarcar fortunas, salir a flote,
cruzar el océano?
¿Qué se hace? ¿Qué se hace para ser más feliz?
¿Se niega? ¿Se avanza?
¿Se mira a los ojos? ¿Se deja estar?
¿Se perdona? ¿Se cambia de máscara?
¿Se asume la propia?
¿Se encuentra?

07 marzo 2007

Preguntas

¿Por qué los niños guardan
la magia que perdimos los adultos,
o casi todos los adultos?
Enfrentan sus miedos
con más franqueza.
Se hacen pis, los denuncian,
les creen.
Es su relación con el miedo la
que nos fascina, su seriedad a
la hora de enfrentarlos.
Y creo francamente que
a menudo no los calmamos
con la debida decisión porque
queremos que les den la cara
por nosotros.
A los monstruos.

17 febrero 2007

Mítica Buenos Aires



¿A quien le interesa mi experiencia personal?
¿Sirve a modo de ejemplo?
Tan sólo si construye un yo risible y riente.
En el presente relato no hay comedia, sólo tragedia y quizás su personaje se pierda
Por las calles de un Buenos Aires que amé y que hoy es casi un mito.
Cuatro calles, un barrio o dos.
Los lugares que frecuentaba mi viejo.

Una mesa-Escucho a mi padre a medias.
Entreveo el horror porque habla de otra Isabel.
Cuyo hermano desapareció, o bien fue guerrillera
-me inclino más por la segunda opción o por las dos juntas-,
que vuelve al país, luego de una suerte de exilio en Europa,
vuelve descolgada y ronda por los bares
que frecuenta mi padre,con sus amigos.
Hombres diletantes de grandes apellidos,
o comerciantes retirados de origen árabe o judío.
¿A qué especie pertenece mi padre?
A ninguna. El también está allí exiliado.
Un exilio forzado del mundo de la acción.


Cuestión que narra la historia de esta Isabel,
Se ríe acaso. No creo. No lo recuerdo.
Sí recuerdo la descripción de su descuelgue,
Que da cuenta de cierto parti pris político de mi padre:
La guerrilla ha diezmado una generación y quienes
sobrevivieron andan como fantasmas soltados de afectos,
de valores familiares.


Sentada a la mesa familiar, imagino esa otra mesa de café-
Mi padre y sus amigos reunidos,
Llega Isabel, un poco loca, un poco rubia Mireya (1),
Igual que aquella rubia Mireya que volviera irreconocible, vieja, cansada.
Versión moderna de la otrora Susana Campo que encarnaba a la perfección la arrabalera,
vuelve no vieja pero soltada,
vuelve incapaz de reinsertarse en el mundo que una vez conociera.
Y todos se burlan de ella.



(1)En el film “Los muchachos de antes no usaban gomina”, Rodolfo Bebán (Alberto) destinado a casarse con una chica de buena familia caía a los pies de Mireya, Susana Campo.
¿Qué hacía Mireya?
Tan sólo ser ella. Y por ella Bebán luchaba contra un compadrito.
Mireya era el deseo. ¿Por qué lo dejaba si la habia ganado?
Años más tarde, la rescataría de la calle el hijo de Bebán.

13 enero 2007

Peter Frampton

Se llamaba Peter Frampton.
Estoy en un ascensor.
En el ascensor de un hotel de Sao Paulo.
Busco cruzarme con él.
Y luzco un vestido de broderie blanco.
Me mira, lo cual me sorprende.
Le pido un autógrafo y por el tono de su voz
leo cierta desilusión,
que es la mía.
Me desilusiona su malhumor.
(¿Vuelvo a escuchar sus discos?)
A él mi juventud, que se lee en
cierta premura de mi voz, en
cierta ansiedad.

Tengo 15 años.
Pronto voy a cumplir los 16.
Y en los tempranos años 80,
deseo ser hotelera.
Lo hablo con mi padre y
los dos acordamos lo mismo:
Hotelería.

Al recuerdo de esos años
me llevará mi hijo
que expresa en su pregunta
los sueños que he tenido
durante la noche:
“Ese rulito de manteca parece un quesito.”
Miro la forma arremolinada cifrada
en la cajita de plástico de
la manteca asturiana:
Símbolo de todo lo que debo de ganarme
por mí misma:
cierto confort y cierto placer estético
más allá del desarreglo,
desprecio del mundo,
que alguien nombró
y que hoy me parece
tan exacto.

Repongo la historia:
¿Por qué abandoné esa primera profesión
que se ofrecía a mí a
la salida de la escolaridad?
¿Por qué rechacé esa forma
de estar en el mundo?